Akrasia - Ἀκρασία
Los humanos a menudo carecemos del sosiego y las capacidades necesarias para tener una comunicación efectiva con nuestr@s interlocutoræs. Decimos cosas que no envían el mensaje que pretendíamos en un inicio, llevándonos a situaciones indeseadas, aunque a menudo previstas y simplemente ignoradas.
El abanico de aspectos que influyen en esta distorsión de nuestras intenciones iniciales, llevadas a cabo de forma aparentemente irracional, es inmenso. Podemos tener sentimientos encontrados que nos hacen decir o hacer algo sin realmente saber por qué lo hacemos. Podemos estar reviviendo algo que nos remueve y no queremos repetirlo. O podemos estar viviendo una situación difícil (duelo, enfermedad..) que nos haga relativizar otras cosas que en otro momento habríamos tenido claras y firmes.
Por algún motivo siempre queremos encontrar el por qué a todo. Somos curiosos. Pero tal vez no siempre es una razón lo que nos motiva a ser como somos. Hay razones detrás de todo, ya que todo lo podemos intelectualizar, pero no significa que lo hagamos porqué sea racional. Somos seres racionales, así como somos seres emocionales, así como somos seres físicos. No todo lo que nos mueve siempre es lo mejor o lo mas racional, aunque sepamos que existe ese camino. A veces nos mueve el amor, la autoestima, o la falta de ella, las creencias, la culpa, el miedo, o las ambiciones. A veces nos mueven las hormonas y la química de nuestro cuerpo y sus necesidades. Y a veces reflexionamos y sabemos que eso no es lo mejor que podemos hacer o decir, pero aún así decidimos hacerlo.
Según Wikipedia , Akrasia (/əˈkreɪziə/; del griego antiguo ἀκρασία, literalmente "falta de autocontrol" o "impotencia", derivado de ἀ- "sin" + κράτος "poder, regla") se refiere al fenómeno de actuar en contra del propio mejor juicio, el estado en el que uno realiza intencionalmente una acción mientras que simultáneamente cree que un curso de acción diferente sería mejor. A veces traducido como "debilidad de voluntad" o "incontinencia", akrasia describe la experiencia humana paradójica de elegir conscientemente lo que uno juzga como la opción inferior.
La palabra Akrasia parece describir muy bién este tema aplicándola a la comunicación.
Vas a hablar con tu jefe de proyecto sobre algo que te gustaría hacer, pero sus respuestas o reacciones te hacen desviar del camino inicial. En lugar de argumentarle por qué sería bueno hacer eso para él, enfocándote en sus beneficios que es lo que él quiere oir, te invaden sentimientos que te hacen reaccionar de forma improductiva para tu propósito. Te pones nervios@ y lo unico que consigues transmitir es inseguridad y poca confianza.
Una conversación honesta, tranquila y transparente sobre lo que te gustaría implementar en la empresa, sin reacciones personales adversas, simplemente exponiendo la idea y por qué le podría interesar aplicarla, podría ser un buen enfoque. Cuando eso le ha convencido, o para acabar de convencerle, le cuentas porqué tienes tantas ganas de hacerlo y la motivación que te daría para el proyecto o para la empresa.
Sabemos que el segundo enfoque es el eficaz, el que dá los resultados deseados. Pero por diversos motivos, a menudo nos decantamos por el primero y acabamos viviendo lo que queríamos evitar desde un principio.
Tendemos a pensar que por el hecho de ser conscientes de las consecuencias de nuestros actos, podemos tomar decisiones más sabias o menos perjudiciales para nosotr@s. Es cierto a medias. La realidad es que somos tan emocionales(causales) como mentales(racionales). La mayoria de nuestros actos son movidos por una causa previa. Pueden ser necesidades basicas como comer o beber agua, o pueden ser necesidades no vitales como cariño o atención, autorealización o compañía. Todas ellas, vitales o no, son efecto de una (o varias) causa(s) previa(s), y suelen venir de alguna emoción que estamos sintiendo, seamos conscientes de ellas o no.
Las emociones se generan en respuesta biológica a estimulos internos o externos, y activan neurotransmisores en el cerebro (como dopamina o serotonina), o empujan hormonas al torrente sanguineo (como cortisol o adrenalina), que generan respuestas en el cuerpo (placer, bienestar, ansiedad, miedo). Según la relación que tengas con estas emociones, tu respuesta será de un tipo o de otro. Muchas personas han aprendido a lidiar con la ansiedad a través de la comida o del tabaco, por ejemplo. Y cuando sucede algo, conscientes de ello o no, que detona su ansiedad y les impregna, se ponen a comer o a fumar.
Cuando uno está en un ciclo de este tipo, es difícil salir aunque se sea plenamente consciente. No solamente somos adictos a las sustancias que comemos o fumamos; también somos adictos a sus correspondientes emociones. Sabemos que otros hábitos y otras emociones serian mejores para el conjunto de nuestro ser y nuestra vida, pero elegimos el camino de menor valor. Ni inteligente ni racional. Pero sí físico, causal.
Un camino es observarse y conocer los detonantes de las peores decisiones que tomamos para poder intervenir en algun punto del mapa de causas y efectos, y así modificar la conducta y sus emociones vinculadas. Si se conocen los detonantes, puede intentarse minimizar su exposición. Al menos un tiempo hasta que se integre la nueva conducta. Como para intentar dejar de fumar, que algunas personas salen menos de fiesta o evitan las terrazas de los bares.
Es decir, podemos usar la causalidad a nuestro favor. Podemos exponernos a estímulos que fomentan conductas más sanas, y evitar en lo posible exponernos a detonantes de conductas que nos perjudican, y así, ponernóslo fácil dentro de nuestras limitaciones.
Con las palabras pasa un poco lo mismo. Quedas con tu mejor amig@ porque lo ha dejado con su pareja de muchos años y necesita compañía y consuelo. Cuando os encontrais, te empieza a contar su historia, y tu intención es escuchar y acompañar en lo que puedas. Sabes que lo que esta persona necesita es desahogarse, sacarlo fuera y compartirlo con alguien que no le juzga por lo que dice y con quien puede expresarse libremente. Pero cuando esta a media historia te recuerda algo que viviste en el pasado y decides que contarle tu experiencia es más importante que seguir escuchándole y acompañándole. A veces podemos darnos cuenta y dejar de hacerlo. *Otras veces lo hacemos sin darnos cuenta aunque en el fondo sabemos que esa persona no nos ha pedido consejo, solo atención.