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28/03/2018

Libre albedrio

Los sentidos son la conexión que une los seres vivos a su entorno. Los sentidos por sí mismos no dicen nada subjetivo. Son los encargados de recibir el mundo en cada una de sus dimensiones, y enviar esa información objetiva al cerebro, que se encargará de interpretarlo subjetivamente ‑según las condiciones ambientales, genéticas, etc, a las que haya estado expuesto‑. Según el valor que el cerebro dé a la información recibida, sentiremos de una forma, o de otra. Y el cerebro dará ése valor en función de sensaciones similares a las que haya estado expuesto en el pasado. Pura cuestión de causa-efecto.

La causalidad nos ha llevado hasta donde estamos ahora. Todos los seres humanos hemos nacido con una voluntad. Es decir, la voluntad es el efecto de una causa, que se repite siempre igual. Basta con ser humano. Sin embargo, la definimos como la capacidad de una persona para decidir con libertad. Así que todo lo que ocurre en el mundo, según el libre albedrío excepto la voluntad, es efecto de una causa anterior, y a la vez causa de un efecto posterior. La voluntad es la única “cosa” del universo que escapa de la ley de la causalidad? No sé. Quizás sea así. O quizás llamamos voluntad al mecanismo por el cual nos hacemos conscientes de la causalidad y aprendemos de ella; llevándola a niveles tan complejos que parecen perder el origen de la causa y creemos elegir libremente.

"Me entra hambre y tengo dos opciones: una manzana preciosa o un pastelito de crema y chocolate. Si me he propuesto cuidarme o lo hago por hábito, tal vez prefiera esa manzana roja de las que más me gustan. O si me cuido pero me apetece, o no miro qué meto en mi cuerpo, quizás prefiera esa bomba que los sentidos explotan de placer, aunque al rato o los días me retuerzo de dolor."

Y si me he propuesto cuidarme, porqué es? Alguien o algo me ha convencido de ello. Absorbiendo información del mundo a través de los sentidos y seleccionándola en mi cerebro en función de lo que creo más conveniente, tomo decisiones que me van formando. Una o mil causas llevaron al efecto de que me cuidara, causa a su vez de que eligiera la manzana como efecto. Y elegir esa manzana me sentará bien y, sopesándolo con el resto de variables innumerables que me condicionen en ése momento ‑las causas‑, elegiré en un futuro en consecuencia ‑en efecto‑.

La verdad, no sé si a eso se le puede llamar elegir libremente. Quizás diría más bien, que somos testigos y actores del guión que creemos más conveniente o apropiado al personaje en el que nos vamos convirtiendo, o al que aspiramos llegar. Elegimos quién queremos ser, y en efecto, actuamos.